Wendy Alba[1] y Dinys Luciano[2]
Colectivo Salud Mental y Development Connections
Introducción
A pesar de que la conducta suicida es un importante problema de salud y bienestar colectivo, sigue siendo un tema tabú y silenciado, lo cual contribuye a la estigmatización y a que muchas personas que piensan en quitarse la vida o tratan de hacerlo no busquen ayuda. Según la Organización Mundial de la Salud, por cada suicidio consumado hay muchas tentativas de suicidio, y en la población general un intento de suicidio no consumado es el factor individual de riesgo más importante[3]. Además, los suicidios y los intentos de suicidio afectan, tanto directa como indirectamente a otras personas y generan un grave impacto sobre quienes sobreviven, como parejas, madres y padres, hijos e hijas, familia, amistades, personas del ámbito laboral y comunitario, tanto a corto como a largo plazo. Se estima que cada suicido afecta de forma directa de seis a catorce familiares o amistades[4].
- La conducta suicida: diferenciales según características demográficas y áreas geográficas
Los datos de prevalencia e incidencia de la conducta suicida, de las características demográficas y las áreas geográficas con mayor cantidad de casos, ofrecen información clave para desarrollar estrategias de prevención e identificar los grupos de alto riesgo. Asimismo, la información epidemiológica y de contexto favorece el análisis de la interacción entre factores biológicos, psicológicos, sociales, ambientales y culturales en la determinación de los comportamientos suicidas[5].
La conducta suicida se ubica entre los cinco principales trastornos mentales en el país. Durante el período 2000 -2020, a nivel nacional la tasa de mortalidad por suicidio (por 100 mil habitantes) aumentó ligeramente entre 2000 (8.1) y 2005 (9.9), con tendencias al descenso en los últimos 15 años, con una cifra de 6.3 por cada 100 mil habitantes el año 2020[6],[7]. Sin embargo, los datos nacionales esconden las significativas diferencias de la magnitud del problema entre distintos grupos de población y áreas geográficas.
Riesgos diferenciados según sexo, edad y origen.
La Oficina Nacional de Estadística reportó que entre 2011 y 2020 se registraron en el país 11,724 suicidios de los cuales, el 85% correspondía a hombres y el 15% a mujeres. El 45% del total de estas muertes ocurrieron entre personas de 15 a 39 años[8]. Las mujeres son más propensas a intentar el suicidio, mientras que los hombres lo consuman en mayor proporción. La cantidad de intentos suicidas cometidos por las mujeres adolescentes en el período 2014-2016, fue mayor que en los hombres del mismo grupo etario, con una relación de 9:2, es decir, por cada nueve intentos de las mujeres, se realizaron dos en hombres[9].
En el 2019, la tasa de suicidio en mujeres y hombres de 15 a 29 años fue de 4.5 por 100,000 habitantes mientras que en la población de 85 años y más ascendió a 33.3, mientras que en hombres de 65 a 74 años fue 20.4 y en hombres de 75 a 84 años fue 25.1[10]. Adicionalmente, es necesario considerar las especificidades de las personas migrantes, ya que se estima que residen en el país, 497,825[11] personas de origen haitiano. En el 2015 Haití fue el país con la tasa más alta de mortalidad por suicidio en América Latina y el Caribe[12], alcanzando 17.7 por 100,0000 habitantes[13] y en el 2019 fue de 9.6[14]. Igualmente, las necesidades de otros inmigrantes deben ser abordadas, tomando en cuenta que por ejemplo, la inmigración venezolana entre los años 2012 y 2017 se multiplicó por siete, pasando de 3,435 en el 2012 a 25,872 inmigrantes en el 2017[15].
En el 2020, en Santo Domingo, Distrito Nacional, San Cristóbal, Santiago y La Vega occurieron el 52% del total de suicidios documentados en ese año[16]. Las tendencias en el número de suicidios en estas cinco provincias presentan variaciones, ya que en el periodo 2019 – 2020 en el Distrito Nacional hubo un aumento (de 40 a 57) mientras que se registró un descenso en Santo Domingo (129 a 104) y Santiago (85 a 81)[17].
Pandemia por COVID-19 y efectos en la salud mental.
La pandemia por COVID-19 ha tenido un impacto significativo en la salud mental de los distintos grupos de población, debido a la pérdida de familiares, al confinamiento y a las restricciones de movimiento, el impacto económico en los hogares, así como a la falta de interacción con otras personas de la comunidad. Los efectos acumulativos de la pandemia por COVID-19 y otras situaciones como la crisis financiera y las vinculadas a desastres medioambientales (huracanes, ciclones) sobre la salud mental pueden aumentar los riesgos de conducta suicida.
2. Retos a las respuestas sociales e institucionales a la conducta suicida en la República Dominicana
Las intervenciones institucionales y comunitarias en torno a la conducta suicida en el país son aún incipientes, con limitado alcance poblacional y reducidas condiciones para garantizar su sostenibilidad. El predominio del enfoque biomédico es una importante barrera al abordaje de este problema desde un enfoque interseccional que aborde los determinantes sociales y las concurrentes desigualdades sociales que influyen en los riesgos y el acceso a servicios de las personas afectadas.
Entre algunos de los retos que enfrenta el país para desarrollar programas efectivos en torno a la conducta suicida se destacan los siguientes:
a. Baja disponibilidad de información de distintas fuentes sobre las dimensiones del problema, los factores culturales, sociales, comunitarios y macrosociales que influyen en los riesgos, las vulnerabilidades y las capacidades de las personas para recibir apoyo y acceder a servicios. Los sistemas de información no producen los datos suficientes para realizar un adecuado análisis de la conducta suicida y, sobre esa base, desarrollar intervenciones institucionales y comunitarias adaptadas a las características locales del problema y sus factores determinantes.Igualmente, se cuenta con limitada información sobre los factores de riesgo según grupos de población: mujeres, hombres, jóvenes, personas con otras condiciones de salud mental (abuso de drogas, depresión, ansiedad), mujeres sobrevivientes de violencia, migrantes, personas en circunstancias estresantes (pobreza, desempleo, apoyo social), comunidad LGTBIQ+, personas con VIH, entre otros.
b. El estigma asociado a la conducta suicida, las múltiples y concurrentes discriminaciones que enfrentan algunos grupos de población, y limitada información sobre la prevención del suicidio son barreras claves que impiden que las personas afectadas busquen apoyo en su círculo cercano, la comunidad y/o los servicios existentes. La combinación de múltiples estigmas, incluidas las percepciones negativas y la discriminación hacia las personas con ideación suicida, influyen en la baja búsqueda de ayuda y la inadecuada participación en tratamiento[18]. En términos de acceso y utilización de los servicios, el país exhibe una de las brechas más altas de acceso a tratamiento de personas afectadas por algunos problemas de salud mental en América Latina. Las barreras de acceso a servicios incluyen baja disponibilidad/oferta de servicios para atender a los distintos trastornos mentales, incluyendo la conducta suicida; y responder a las especificidades de las poblaciones afectadas[19]. El estigma asociado a la conducta suicida perpetúa la inadecuada clasificación y el sub-reporte de los casos.
c. Las percepciones de algunas comunidades sobre la conducta suicida se basan en estigma y desinformación sobre el tema, tales como la creencia de que el suicidio es una consecuencia de una “debilidad mental y emocional” de las personas afectadas o que se debe exclusivamente a problemas del contexto social e interpersonal en que viven. En determinados contextos del país, las personas asocian el suicidio con ideas como la falta de comunicación sobre los problemas que afectan a algunos grupos de población, el aislamiento, la presión social por parte de personas cercanas, el tener baja autoestima y por problemas de pareja. En el caso de las ideas suicidas entre las y los jóvenes, las comunidades tienden a considerar que éstas se deben a situaciones que consideran “de poca importancia” tales como las restricciones que imponen madres y padres o problemas familiares[20].
d. La dotación de recursos humanos en salud mental todavía es baja, las actividades de promoción y prevención tienen un limitado alcance poblacional, y los servicios de apoyo social para personas afectadas por la conducta suicida son escasos.
e. La vinculación y el trabajo conjunto entre los servicios de salud, la comunidad, las familias y cuidadores y personas cercanas a grupos afectados por conducta suicida, son incipientes.
Estas brechas reducen el impacto de las respuestas a la conducta suicida por parte de las instituciones garantes de la salud y derechos humanos en la República Dominicana.
[1] Wendy Alba es Psicóloga, gestora de políticas sociales y proyectos y es Directora de Colectivo Salud Mental.
[2] Es Psicóloga e investigadora, consultora internacional para diversas agencias de desarrollo, es Directora de Development Connections.
[3] WHO. Suicidio. Ginebra. 17 de junio de 2021. https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/suicide
[4] Generalitat Valenciana. Plan de prevención del suicidio y manejo de la conducta suicida. http://www.san.gva.es/documents/156344/6939818/Plan+prevención+de+suicidio_WEB_CAS.pdf
[5] OPS/OMS. Prevención del suicidio. https://www.paho.org/es/temas/prevencion-suicidio
[6] Luciano D, Nadal E, Brito S, Negrete M, Contreras I (2019). Ibid
[7] Observatorio de Seguridad Ciudadana de la República Dominicana. Boletín Estadístico sobre Seguridad Ciudadana. Enero – Diciembre 2020. http://www.oscrd.gob.do/images/Informes/OSC-IE-038.pdf
[8] Oficina Nacional de Estadística. Suicidios registrados por año, sexo y grupos de edad. República Dominicana. https://www.one.gob.do/datos-y-estadisticas/temas/estadisticas-sociales/seguridad-publica-y-justicia/accidentales-y-violentas/
[9] ONE. Mortalidad por suicidios en adolescentes en la República Dominicana. BOLETÍN BIMESTRAL. AÑO 9, no. 91 . Marzo – Abril 2018.
[10] WHO. Suicide mortality rate (per 100 000 population). Dominican Republic. Global Health Observatory. https://www.who.int/data/gho/data/indicators/indicator-details/GHO/suicide-mortality-rate-(per-100-000-population)
[11] ONE y Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo. SEGUNDA ENCUESTA NACIONAL DE INMIGRANTES, ENI-2017. República Dominicana.
https://dominicanrepublic.unfpa.org/sites/default/files/pub-pdf/ENI-2017%20FinalWeb.pdf
[12] WHO. Global Health Observatory. Suicide rates, age-standardized.
[13] Luciano D, Nadal E, Brito S, Negrete M, Contreras I (2019). Ibid
[14] The World Bank. Suicide mortality rate (per 100,000 population) – Haiti. https://data.worldbank.org/indicator/SH.STA.SUIC.MA.P5?locations=HT
[15] ONE y Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo. Ibid
[16] Ministerio de Interior y Policía. Centro de Análisis de Seguridad Ciudadana. Suicidio, 2020. República Dominicana. http://www.oscrd.gob.do/index.php/estadisticas/suicidios
[17] Observatorio de Seguridad Ciudadana de la República Dominicana. Boletín Estadístico sobre Seguridad Ciudadana. Ibid.
[18] Eylem, O., de Wit, L., van Straten, A. et al. Stigma for common mental disorders in racial minorities and majorities a systematic review and meta-analysis. BMC Public Health 20, 879 (2020). https://doi.org/10.1186/s12889-020-08964-3
[19] Luciano D, Nadal E, Brito S, Negrete M, Contreras I (2019). Ibid
[20] Ibid